Recapitulando tras lo inevitable...
Andrea era compañera de mi hermana menor, y dentro de toda su timidez lograba juntar fuerzas para animarse a conversar y compartir con sus compañeros de curso... Mi hermana y ella lograron entablar una relación de amistad que las llevó a, incluso, cambiarse desde el colegio donde se conocieron a un nuevo lugar donde seguirían compartiendo la experiencia de crecer y aprender.
Andrea y su familia frecuentaban la casa... compartimos muchas onces, muchas esperas afuera de las reuniones de apoderados, muchas conversaciones sobre cosas de niños y muchas otras sobre cosas importantes. Vi crecer a esa tierna niña, a veces molestada cruelmente por sus compañeros por ser de contextura mas bien gruesa... sí, la vi convertirse en una señorita cada vez más estilizada; igual de introvertida que cuando chica, e igual de interesada por saber, por cumplir y por forjar un futuro lejos de los fantasmas que la perseguían.
Mi hermana se fue del Aconcagua y Andrea se quedó ahí.
Nos encontramos muchas veces... conversábamos cada vez menos a causa de la falta de tiempo y, a pesar de que ambas familias se separaron, nunca se perdió el lazo afectivo que nos ha unido tanto tiempo.
Andrea sufría por dentro, pues es así como se cargan las cruces más tristes... aquellas que generan las penas más profundas y ocultas; y que, si no son atajadas y atacadas a tiempo, provocan desenlaces como el que su historia tuvo.
Andrea generó un severo trastorno alimenticio que, a pesar de haber controlado con médicos, se le escapó de las manos. La anorexia fue minando las resistencias de su cada vez más delgado cuerpo hasta que, a eso de las 13:55 del 27 de agosto, éste no dio más... Andrea tenía severas dificultades para respirar y de a poco caía inconsciente.
Carabineros hizo lo que pudo, y logró llevarla con vida hasta el Hospital Gustavo Fricke; sin embargo, los esfuerzos se hacían estériles... El último hilo de vida de Andrea Carrió se cortaba y su historia quedaba truncada para siempre. Eran las 14:57.
Estaba en la mitad de ALT cuando me encontré con la noticia en El Mercurio de Valparaíso... y no hubo caso, pues no pude concentrarme más. Anduve (aun ando) con Andrea en la cabeza; recordando los momentos compartidos con ella, escuchando en mi interior aquella canción-sandía-calada de Marcos Llunas que habla sobre una chica con anorexia y sin poder evitar derramar más de alguna lágrima al conversar con mi hermana pequeña sobre ella y su pasar por nuestras vidas. Más tarde, paseaba de canal en canal y su muerte no pasaba de ser una crónica más en TVN, Canal 13 y Mega... La vi en fotos con su uniforme escolar y, 15 segundos después, dentro de un ataúd.
No pretendo hacer aquí una reflexión sobre lo frágil que es la vida, sobre la atención que hay que tener con los problemas de corte psicológico ni menos cuestionarme si se hizo a tiempo y con fuerza lo que correspondía para frenar esto en seco. Solamente aspiro a rendir mis más sentidas condolencias a su familia y amigos, ofrecer un hombro ya húmedo a Isabel Margarita, Nicolle y Bárbara, tragar un poco de saliva para no llorar mientras me frustro al no poder acompañarla en su trayecto a su última morada, y encomendar su espíritu a Dios... Él sabrá darle la sabiduría, el conocimiento, el cariño y la paz que en vida le faltó por conocer.
Descansa en paz, Andreita.
Nos juntamos arriba.
HMG.
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